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¿Por qué dejar un trabajo y escribir?

¿Nunca te has preguntado qué hubieras sido si hubieras tomado otras decisiones?, ¿qué habría sido de ti si, cuando estás en una encrucijada, hubieras girado a la derecha en vez de a la izquierda y viceversa? Pues cuando dejas un trabajo para centrarte en la escritura estás eligiendo la píldora roja de Matrix. Al día siguiente te vas a despertar en una realidad que no pensabas que pudiera ser cierta, pero lo más importante es echar a andar.

Yo he dedicado 14 años a la comunicación corporativa. Notas de prensa, eventos, relación con periodistas, planes de comunicación, crisis, informes mensuales, engagement… y aunque la empresa fuera distinta, pues cada cierto tiempo cambiaba, la dinámica era parecida. Largas horas de trabajo, mucha presión y sentir que no avanzas profesionalmente, todo por un salario exiguo. Hasta que un día pensé: “Yo estudié Periodismo para escribir, es lo que siempre he querido hacer, y desde que me licencié, lo único que he escrito es lo que otros me han pedido que escriba, llevo más de 15 años sin escribir por placer”. Incluso dejé de leer por placer.

Ahí, en ese momento en el que ese pensamiento te invade, es cuando realmente te planteas si lo que estás haciendo es lo que quieres, si es lo que te planteaste cuando eras más joven. Y en mi caso, la respuesta es no. No me veía toda la vida anocheciendo en la oficina, ni atendiendo urgencias inducidas, ni reportando KPIs que no sabes si van a servir… Al final, yo siempre creí en ayudar a la gente, y creo que se puede ayudar de forma cierta a través de la palabra. Por eso decidí, por fin, tomar el rumbo de mi vida.

¿Qué necesitas para poder dedicarte a escribir?

  • Planificación espartana: tus horarios deben respetarse como los de una jornada laboral. Cúmplelos. Es lógico que, una vez has salido de la empresa en la que estabas, te tomes un tiempo para descansar, pero debes tener una fecha de comienzo, y un horario claro.
  • Apoyo de tu entorno: familia, pareja y amigos deben ser conocedores del camino que vas a emprender. Antes de tomar cualquier decisión, comunícala, debátela y expón tus argumentos con calma.
  • Ejercicio físico diario: dedicarse a escribir es, en definitiva, un trabajo de oficina, pero en casa. Hay muchos momentos de soledad, de no tener con quién hablar, y de tener que pensar mucho. Por eso la desconexión también es importante. Un buen remedio para caer en costumbres poco productivas es realizar deporte, algo que te permitirá no pensar en la pantalla del ordenador ni en el siguiente paso que tienes que relatar, y que, además, te hará mantenerte conforme contigo mismo.
  • Formación: si te sucede como a mí, habrás estado mucho tiempo sin escribir, necesitarás volver a recuperar hábitos, aprender técnicas y escuchar cuáles son las experiencias de otras personas que han decidido emprender un camino similar.

Pero no todo son obligaciones. En el momento en el que dejas una empresa para dedicarte a escribir, tienes también cosas muy buenas: por ejemplo, tú mismo organizas tu tiempo; tú gestionas la presión que quieres imponerte -que a veces es mucha- y sobre todo, vas a disponer de más horas para dedicarlas a tu vida personal, a lo que realmente quieres.

Aún no ha llegado el momento de ponernos a escribir, ni de publicar, ni de nada por el estilo, pero todo llegará. Por ahora, somos libres.